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En la semana 24 de gestación humana el sentido del oído aparece. El sonido se vuelve fundamental para la neuro-plasticidad, para la creación y el desarrollo de nuevas neuronas. Oímos continuamente los sonidos que el cuerpo de nuestra madre emite mientras van formándose las partes del nuestro, y los sonidos del mundo afectan nuestros signos vitales. Nacemos siendo ciegos y cuando podemos ver, el movimiento de nuestros ojos es guiado por los oídos. Vemos oyendo.
El susurro de los objetos que nos rodean nos distancia de la soledad y nos prescribe en el espacio. Los sonidos llegan en un momento y con una intensidad distinta a cada uno de nuestros oídos. Esa diferencia de tiempo y volumen es la forma en que nos ubicamos en el mundo y en que lo ubicamos a él en nuestra mente. Nuestro lugar se da a través de una conversación con el espacio que nos contiene.
El sonido nos da la percepción del tiempo en la imagen, tiene la capacidad de detallarla, enmarcarla, hacerla exacta y concreta, e igualmente hacerla vaga, amplia y oscilante. La repetición sugiere la armonía del tiempo entre imágenes porque la sincronización entre sonidos e imágenes nos somete a la apariencia de sucesión. El sonido sugiere el porvenir porque es vectorizante, tiene orientación y dirección; crea expectativa o inminencia. La historia es armonía en el tiempo.
El ruido del tiempo es una conversación con el espacio y es el espacio mismo. Se aprovecha de la manera en la que nuestros cuerpos perciben el entorno, que contiene ruido, para recrear la espacialidad del mundo. Acerca, aleja y mueve hacia los lados con ruido para que podamos localizarnos en un espacio imaginario.
El ruido del tiempo es una versión no vectorizante del tiempo: con sentido pero sin dirección. Lo que se escucha nace de un canon que contradice, refleja e incumple las reglas de una estructura tradicional dirigiendo, duplicando, superponiendo e incluyendo notas de una manera no ortodoxa.
El ruido del tiempo es la repetición disciplinada de un mecanismo obsesivo, cambia armónicamente de un acorde menor a uno mayor para volver de nuevo al menor. Cada célula presentada se repite hasta que una de sus notas se mueve. El movimiento, el cambio, pretende esconderse hasta que la repetición lo muestra. Se mueve otra nota de la célula, cambia, se esconde, se repite, se muestra, hasta que se termina donde se comienza. No es ilógico pensar que el proceso es infinito, aunque sea absurdo pensarlo. En todo caso, no es un círculo ilimitado: hay un número de cambios posibles. El ruido del tiempo, además, es irremediablemente finito: comienza, se extiende y termina, irreversiblemente.
Luego viene el vacío.

Daniela Sicilia, Londres

BOG-COL 2018
ᴍᴀʀᴢᴏ 28

el ruido del tiempo


ᴅɪʀᴇᴄᴄɪóɴ:
    Renato Alberto Miani

ᴘʀᴏᴅᴜᴄᴄɪóɴ:
    Estudio El Cajón


ᴀsɪsᴛᴇɴᴛᴇ ᴅᴇ ᴅɪʀᴇᴄᴄɪóɴ:

    Silvana Araoz-Frazer

ᴅɪʀᴇᴄᴄɪóɴ ᴍᴜsɪᴄᴀʟ:

    Daniela Sicilia Villamil

ᴀsɪsᴛᴇɴᴛᴇ ᴅᴇ ᴘʀᴏᴅᴜᴄᴄɪóɴ:
    Mauricio Molina Navarro

ᴘʀᴏᴅᴜᴄᴄɪóɴ ᴇᴊᴇᴄᴜᴛɪᴠᴀ:
    Camino Constain Van-Reck

ᴅɪʀᴇᴄᴄɪóɴ ᴅᴇ ғᴏᴛᴏɢʀᴀғíᴀ:
    Antonio Bermúdez
ᴀsɪsᴛᴇɴᴛᴇ ᴅᴇ ᴄáᴍᴀʀᴀ:
    Rodrigo García Beltrán
ᴅᴇᴛʀás ᴅᴇ ᴄáᴍᴀʀᴀ:
    Sergio Román García

ᴅɪʀᴇᴄᴄɪóɴ ᴅᴇ ᴀʀᴛᴇ:
    Pablo Lazala Ruiz
ᴀsɪsᴛᴇɴᴛᴇs ᴅᴇ ᴀʀᴛᴇ:
    Paola Martí Silva
    Ernesto Soto Madriñan 

ᴇᴅɪᴄɪóɴ:
    Jaime Muñoz Lara
    Mauricio Molina Navarro
    Alberto Miani Fernández



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