EL
MARCELO
ʋιԃɾισ ɾσƚσ
I
Estoy en un baño azul.
Las baldosas del piso son azul claro
y las de la pared, igual que el inodoro, son de un azul mucho más oscuro,
tanto que parece negro.
Estoy parado al frente del inodoro (parece un vientre).
Las voces de los adultos se escuchan afuera.
Estoy sosteniendo mi mierda como si fuera un tesoro.
Estoy interesado en su forma,
reviso sus pliegues.
La sumerjo en el agua y noto como se derrite en mi mano.
Me gusta su consistencia, está blandita.
No hay ninguna otra cosa que quisiera estar haciendo en este momento.
Me siento algo agitado.
Estoy jugando como cuando juego con las cosas de afuera del baño,
pero esto es mejor todavía. Esto salió de mí. Esto lo tenía yo por dentro.
Y ahora está afuera, en el agua, en mis manos.
Pasa algo similar con estas palabras que estoy escribiendo:
están afuera, en el agua, en mis manos. Esto salió de mí.
Me gusta su consistencia, están blanditas.
Estoy interesado en su forma,
reviso sus pliegues.
Las sostengo como si fueran un tesoro.
Me siento algo agitado.
No hay ninguna otra cosa que quisiera estar haciendo en este momento.
II
Recientemente estuve llorando mucho; durante varios días seguidos, en intervalos de varias horas, o a veces solo unos minutos. Me era imposible saber en qué momento me iba a poner a llorar y solo sabía que apenas empezara no iba a poder parar durante el tiempo que fuera necesario. Siempre que estaba en la ducha bañándome me ponía a llorar. Creo que el contacto con el agua le recuerda al cuerpo que tiene agua por dentro y debe sacarla por los ojos. La ducha es una cueva primordial que nos recuerda al vientre de nuestra madre, a lo que era nuestra existencia antes de la vida, es decir, nos recuerda de nuestra no existencia. Estar en la ducha se siente como estar más adentro de uno mismo.
Al principio el llanto era tan fuerte que me dejaba inválido, no podía hacer ninguna otra actividad. Pero con el tiempo aprendí a llorar y a hacer otras cosas: llorar y caminar, llorar y comer, llorar y ver televisión, llorar y bailar. En muchas ocasiones después de estar llorando incontrolablemente durante un largo rato sentía como si mi yo se disociara de mi cuerpo. Era como si yo me estuviera montando un show a mí mismo.
Cuando uno empieza a llorar es por un impulso que es producto de algún pensamiento en específico, un pensamiento tan insoportable que se traduce en esa reacción física. Después de haber llorado por una o dos horas es posible que el pensamiento se haya disipado y lo que quede sea solo llanto. Fue en alguno de esos momentos finales, en los que uno está llorando, pero empieza a decidir que quizás ya es hora de parar, en los que empecé a notar que el llanto tiene cierta melodía, muy repetitiva. Esa cancioncilla es como el esbozo de un centro estable y tranquilo, estabilizante y tranquilizante, en el seno del caos, un primer punto de orientación. De la nada, un territorio.
III
Vidrio roto es una serie de esculturas digitales que convergen en una imagen. Se trata de un ejercicio afectivo que quiere pensar en la noción de asfixia. Digo afectivo porque la obra fue realizada en medio de una tristeza devastadora. La investigación de esta obra consistió en hacer un mapeo caprichoso de expresiones de fragilidad en la cultura popular y en recuerdos de mi infancia. Es así como aparece Bambi que pierde a su madre y debe seguir con su vida. También aparece Cheems, el perrito frágil del meme que se contrapone a el perro ultra musculoso. Hay una lagartija que pierde la cola y una serpiente con la cabeza cortada, eso lo vi en mi finca cuando era pequeño. Hay una rata porque de pequeño tenía fobia a las ratas. Hay un unicornio gordo y triste que ha perdido toda su gracia. Una oveja perdida y un hombre desolado.
Vidrio roto es entonces un ejercicio fragmentado que funciona como una especie de diario en el que se cristalizan los afectos. Es un reflejo de como la mente asfixiada por la tristeza solo tiene la capacidad de llegar a ciertos lugares. Es un ejercicio simple e incompleto que quiere evadir la grandilocuencia que se busca en un gran proyecto artístico. Lo que resulta es una imagen fantasmagórica, fría y enigmática. Lo que está oculto ahí es el trabajo de la escultura que no tiene nada que ver con el vidrio y tiene mucho más que ver con trabajar en arcilla (y ahí hay algo de calidez). Se comienza con una bola gris que uno lentamente transforma en la imagen deseada. Pero quisiera aclarar que en este caso el deseo no tiene que ver con la voluntad propia sino con ir a visitar la sombra y las pulsiones que hay ahí ocultas. De esa materia digital maleable resulta esta imagen que se confunde con esculturitas de vidrio de verdad (se parecen a las figuritas de vidrio que tienen algunas abuelas en sus casas, se trata de artefactos decorativos). No son más que un simulacro.
☛ ɹǝʌloʌ