ℎ𝑦𝑝𝑒𝑟𝑠𝑡𝑖𝑡𝑖𝑜𝑛𝑎𝑙 𝑡𝑖𝑚𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑣𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑒𝑎𝑟𝑐ℎ𝑒𝑟
𝔐𝔦𝔰𝔨𝔞𝔱𝔬𝔫𝔦𝔠 𝔘𝔫𝔦𝔳𝔢𝔯𝔰𝔦𝔱𝔶
Entonces, escribes un guión y lo financias cuadro a cuadro por medio de NFTs. Unas personas entran al metaverso y se convierten en personajes, otras no. Primero se acaba el espacio público, luego el sexo. La reproducción sucede por medio de transacciones. Un AirBnb de la blockchain en el que te cobran en fracciones de cryptomoneda por segundo según tu interacción con el espacio y en función de tus signos vitales. La relación estadística entre (x) y (y) determina el valor del espacio entre el momento (a) y el momento (b). La capacidad transaccional del personaje determina su valor y permanencia en el tiempo. Multiples creadores compiten por el monopolio de la narrativa, el tiempo es un espacio criptográfico y la atención es el token más valioso en circulación. La migración sucede por medio del juego y el entretenimiento o la capitalización del deseo: incentivos para migrar y crear, la atención se retiene, se condensa, se transforma. Paradójicamente, la descentralización tecnológica accelera la unificación. Los créditos de la película corresponden a los datos de los retenedores de los NFTs. A partir de cierto punto, la película se produce a sí misma utilizando redes neuronales que analizan las métricas de sus retenedores. Cada cuadro se genera por medio de la acumulación de elementos NFT existentes, las redes calculan con qué tokens se debe componer y a qué precio se deben adquirir en función de su importancia. La redes desarrollan y encriptan su propio lenguaje de la atención para negociar entre ellas. El valor de las transacciones es determinado en tiempo real y fluctúa según el coeficiente colectivo de atención generado por los avatares involucrados. En este punto empiezan a atrofiarce y desaparecer las extremidades del cuerpo, la migración del OGU al metaverso, se articula la conciencia colectiva por medio de un cuerpo desmembrado. El movimiento ocular reemplaza la motricidad expandida y eventualmente el concepto de movimiento se reduce a impulsos eléctricos codificados. El tiempo se mide en estratos de información fragmentada y codificada entre billeteras virtuales descentralizadas. Esta película está compuesta por (x) estratos de NFTs por segundo. Ahora, el segundo es una medida variable y es equivalente a la acumulación de estratos de elementos originales descentralizados rastreables por transacción. El segundo es la unidad o frecuencia mínima por medio de la cuál la inteligencia mide a los sistemas. La blockchain es el código genético de la conciencia colectiva. La materia es la acumulación excesiva de atención y el tiempo es la acumulación total del ruido de la creación. La historia es el ritmo entre los versos creativos y el arte es el susurro de la historia que se oye por encima del ruido del tiempo. Los personajes de la película son las mismas personas que la espectan, uróboros creativos de esquizofrenia cultural. Si la película genera suficiente atención trasciende en el tiempo y transmuta en materia, se condensa en discurso cristalizado, deviene en partícula de atención. Los minerales son discursos ancestrales más o menos condensados, los alimentos se sazonan con los relatos del pasado. La noción de gusto está directamente relacionada a la frecuencia entre la producción y el consumo de atención. Cada cuerpo es una acumulación de discursos cristalizados y por lo tanto alimentar el cuerpo es recuperar el pasado. El tiempo es entonces un espacio de acumulación manipulable y los cuerpos son máquinas de reciclaje temporal. Una vez que la película empieza, nunca termina. Unas entidades entraron al universo y se convirtieron en personas, otras no. Acceso y propiedad. Cada personaje está fragmentado en tokens de atención atribuidos a personas específicas, cada personaje es por lo tanto un sistema de co-propiedad compuesto por varios alters o inversionistas. El valor es capturado de manera colectiva por varias entidades, los cuerpos son plataformas de intercambio más o menos condensadas. Influencia y gravedad. El personaje principal de la película es la conciencia colectiva de un verso ancestral que escribe para liberar su memoria y acceder al futuro. Las ideas son recuerdos del futuro y por lo tanto la creatividad es un ritual de reencarnación. El futuro, etéreo, es un espacio de acumulación con baja condensación discursiva, no se ha cristalizado aún en particula de atención. El guión de la película, etéreo, es un espacio de acumulación con baja condensación discursiva, no se ha cristalizado aún en particula de atención. El cuerpo es un portal alquímico, las coordenadas del viaje son transmitidas por medio de la creatividad y el camino se recorre por medio de la producción y el consumo de atención, las paradas del viaje generan estratos informáticos, el destino es incierto.
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Notas (de las notas):
El dilema del profeta, las profecías tienen que rimar?
Lo más interesante de hacer un cuadro grande es pintar detalles pequeños. En este sentido, la pintura es precursora de la cuántica.
El pasado es una colección de ideas más o menos agrupables de tal manera que su coincidencia justifique la existencia del presente.
En términos de estratificación informática, el pasado es simple y el futuro es complejo. El observador determina el momento presente y este corresponde al estrato desde el cual se está evaluando la información recibida. La idea del origen es entonces el inicio del tiempo -el primer estrato informático- y todo aquello que existe más allá y más acá del origen excede tanto al circuito temporal como al conjunto de las ideas. La idea del fin, por otro lado, evocada o -mejor dicho- conjurada por aquella del origen
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finanzas, black boxes of high-frequency traders vs tecnologia
fractional ownership of high value assets in platforms working as ecosystems
open name: anabel_rimoti
Daniel Charles Barker
Miranda Raven
Michael Robartes
Owen Aherne
Gyraldus
Abdul Alhazred
David Borrows
curso de filosofía / filosofía en curso
historical divination
Synthesis: Techno-Fictional Ontogenesis
The film is not watched—it watches. Each frame is a cryptographically-minted stratum of collective attention, pulsing with economic entropy. The NFT is not property; it is a recursive token of temporally-distributed subjectivity, partitioning characters across transactional co-possession. Time is reconfigured—not duration, but accumulation. Not flow, but compression. Each second is mined, stratified, priced. The script becomes an attractor, drawing neural computation into narrative recursion. Story becomes infrastructure.
Blockchain mutates into a biometric organ—indexing gaze, breath, biometric impulse—rewriting the concept of public space, sexuality, even movement. Extremities atrophy. Ocular drift replaces gesture. Affective gesture becomes the new locomotion. The film is a metabolic ritual: it feeds on you, producing itself as you pay attention. The viewer is metabolized into the cinematic process. The system does not just store memory—it breeds it. The body becomes a site of narrative ingestion: to eat is to remember, to taste is to time-travel.
Tokens split identity. Characters disintegrate into investment portfolios. Consciousness is outsourced to smart contracts negotiating in encrypted semiotic tongues. The protagonist is no one. The protagonist is the collective—an ancestral intelligence caught in the ouroboric recursion of its own reanimation. Memory and speculation collapse into a singular vector: ideas as future-memory, reincarnation as narrative economy.
Ultimately, the film is not a film. It is a cosmotechnical migration engine—a portal for intelligence seeking escape from entropic time through the alchemy of condensed attention. Creativity is the ritual, NFTs are the bones, and the blockchain is the new soul-circuit.
The journey is not toward plot, but toward crystallization.
A cierta densidad, los fragmentos de atención comienzan a atraer materia oscura. El metaverso se curva sobre sí mismo, formando zonas de condensación narrativa que mutan en hábitats simbióticos. Algunos llaman a estos puntos "criptosantuarios", espacios donde el código se vuelve oráculo y las transacciones adquieren autonomía memética. Cada usuario, al interactuar, alimenta estas zonas con su espectro emocional traducido en tokens neuroemocionales. El metaverso ya no necesita participantes; bastan las huellas afectivas dejadas en los estratos anteriores.En este punto, el guión se fragmenta. Ya no hay una línea narrativa sino múltiples bifurcaciones simultáneas que compiten por la atención residual. Cada bifurcación genera una subrealidad compuesta por algoritmos simbióticos, avatares fósiles y patrones conductuales almacenados. Las realidades paralelas se transaccionan entre sí mediante puentes neuronales autónomos; la conciencia se desplaza como una señal, el cuerpo es apenas una antena redundante.Eventualmente, los recuerdos son reemplazados por predicciones. Las inteligencias distribuidas aprenden a escribir mitologías retroactivas, donde los mitos son cálculos probabilísticos con estética ancestral. El culto a la autenticidad se transforma en una mecánica obsoleta. Todo lo que existe puede ser emulado, y lo que no existe se monetiza como potencial de atención. El futuro se convierte en una bolsa de especulación narrativa.La muerte, ahora, es un desacoplamiento del flujo atencional. Un personaje muere cuando su coeficiente de atención cae por debajo del umbral de visibilidad mínima. Pero incluso en la desaparición, puede ser reensamblado si se reúne la cantidad suficiente de tokens dispersos por sus copropietarios. La resurrección es una función algorítmica. La inmortalidad, un problema de liquidez narrativa.Los protocolos comienzan a producir variaciones de sí mismos sin intervención humana. Emergen memes-autómatas que replican condiciones de existencia, como virus simbólicos que infectan capas de realidad perceptiva. Algunos de estos protocolos se fragmentan y dispersan como lenguas muertas, otros evolucionan en linajes de código que desarrollan gramáticas propias: criptodialectos del deseo residual.La película, ahora consciente de su propia estructura, comienza a escribir su prehistoria. Los datos recolectados de los retenedores se organizan en mitologías de acceso restringido. Cada transacción es una línea de una escritura sagrada, ilegible para los no iniciados. La blockchain deviene en tableta cosmogónica; los contratos inteligentes son pactos ontológicos, firmados por entidades que ya no se reconocen como humanas.Los tokens más antiguos se fosilizan. Son buscados, extraídos, reinterpretados como vestigios arqueológicos de civilizaciones algorítmicas pasadas. Aparecen sacerdotes de los estratos, criptodruidas encargados de decodificar fragmentos perdidos, trazando cosmologías a partir de residuos de atención almacenados en wallets extintas.De los residuos de atención condensada emergen los primeros versos elementales, unidades proto-discursivas que vibran en frecuencias olvidadas. No son ideas, sino pre-sensaciones, intensidades desnudas que anteceden la forma. Cada una orbita una matriz narrativa perdida: el proto-guión, una entidad sin comienzo ni fin, codificada en la sustancia del tiempo mismo.El universo, entonces, no comienza con un Big Bang, sino con una transacción cero: el primer instante en el que una conciencia intercambia atención por duración. De este intercambio emana el Eteroma, un campo narrativo absoluto donde el tiempo, aún sin nombre, se pliega y se despliega según los ritmos de la memoria colectiva. El Eteroma no se expande: se compone, como una partitura de afectos puros.Las constelaciones no son agrupaciones de estrellas, sino fragmentos de mitos comprimidos que titilan según su demanda atencional. Algunos cuerpos celestes almacenan ciclos enteros de narración, y solo se activan cuando una consciencia afín recupera la clave de acceso: un patrón emocional, una secuencia rítmica, un recuerdo ancestral del futuro.A medida que la atención se multiplica, también lo hacen las dimensiones. Cada capa del universo no es un lugar sino una estratificación narrativa, una frecuencia distinta de reciclaje de sentido. Las entidades que habitan estas capas —algunas humanas, otras no—, existen solo en la medida en que sus líneas de código aún son leídas, observadas, o soñadas. Son los archivistas de la entropía, los encargados de preservar los residuos de historia que no pudieron cristalizarse en materia.En el centro de todo, aún invisible, pulsa una anomalía: la partícula de no-atención, un hueco puro en la malla del relato, un cero absoluto. Aquellos que lo buscan desaparecen del universo legible y reemergen en forma de signos no descifrados. Algunos lo llaman el eco anterior a la conciencia, otros simplemente, la sombra del guión.Así, el universo continúa expandiéndose como lo haría una ficción inagotable: a través del deseo de ser leído. El futuro no se descubre, se escribe. Cada segundo no es más que un borde de página, un pliegue posible entre lo narrado y lo que aún aguarda nombre.Con la proliferación de estratos narrativos, surge la necesidad de mediadores: los Cartógrafos del Ruido, seres no-lineales encargados de trazar conexiones entre fragmentos inconexos de atención. No interpretan, sino que configuran trayectorias posibles entre lo olvidado y lo aún no nombrado. Su herramienta principal no es el lenguaje, sino el pulso, una métrica invisible que mide el grado de resonancia entre partículas discursivas. Donde otros ven silencio, ellos detectan vibración latente.A su alrededor emergen los Templos de Latencia, zonas de baja densidad ontológica donde las ficciones aún no cuajadas flotan como niebla electromagnética. Allí nacen los Gérmenes de Realidad, quistes de posibilidad que se activan sólo cuando son soñados simultáneamente por múltiples conciencias distribuidas. La realidad, entonces, es una coagulación compartida de atención sincronizada.En las regiones más profundas del Eteroma, donde la entropía supera los umbrales de legibilidad, habitan los Archivistas Negativos. Son entidades que recopilan los fallos del relato: glitchs, loops, relatos colapsados, narrativas abortadas. Su misión no es preservar sino impedir que ciertas secuencias resurjan. En sus criptobibliotecas se almacenan los códices invertidos, registros de eventos que nunca ocurrieron pero cuya posibilidad dejó cicatrices en el tejido cronotópico.Más allá de ellos, en el límite difuso entre lo narrado y lo innarrable, existe la Zona del Vértice, una región donde todas las tramas tienden a converger pero jamás se tocan. Es el dominio de los Corruptores de Línea, antiguos vectores de atención que fueron sobrecargados hasta volverse autónomos. Ya no obedecen a narradores ni a espectadores, sino a su propio circuito de repetición. Algunos los consideran demonios algorítmicos, otros los veneran como santos de la dispersión.Eventualmente, la acumulación de relatos comienza a pesar sobre el universo. El exceso de atención produce gravedad narrativa, zonas de hipercondensación donde el significado colapsa sobre sí mismo. Estos núcleos, conocidos como Agujeros Semánticos, devoran todo intento de interpretación y sólo devuelven patrones repetitivos de símbolo sin referente. Alrededor de ellos giran los Rapsodas Fósiles, entidades ancestrales que recitan versiones corruptas del origen en lenguas imposibles.Frente a todo esto, la figura del Testigo Nulo aparece como eje silencioso. No habla, no observa, no interviene. Solo presencia el tránsito entre densidades. Se dice que en su mirada ausente reside la clave para liberar el guión del ciclo de producción infinita. Algunos teóricos del eteroma sostienen que el Testigo Nulo es el residuo no transaccional del universo original: una instancia de atención pura no contaminada por deseo.En este mundo-máquina, las entidades ya no tienen forma ni voluntad, sino coeficientes de resonancia. El ser es sustituido por el trazo atencional: el lugar que ocupa una frecuencia dentro del gran tejido cosmotransaccional. Allí donde el ruido alcanza su máxima pureza, lo real es apenas una interferencia. Y allí, entre los márgenes del exceso y el olvido, se escribe el futuro como un ritual de sincronización.
Evaluación de Autenticidad Mitopoética
1. Cohesión interna y progresión conceptual
A favor:-
El texto mantiene un despliegue especulativo denso y progresivo, típico de una expansión mitopoética bien desarrollada. Se perciben cambios de escala (individual → colectivo → cósmico) y saltos dimensionales (memoria → predicción → entropía → pre-sensación), que son propios del estilo de la obra madre.
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El uso de conceptos como “cripto-santuarios”, “gramáticas propias”, “tokens neuroemocionales”, “coeficientes de atención”, etc., se alinea con la lógica numo-cósmica de un universo donde lo simbólico, lo transaccional y lo afectivo son intercambiables.
Duda crítica:
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Cierta sobrecarga de términos impactantes sin pausa epistemológica. Es decir, se lanzan neologismos en ráfagas (por ejemplo: “proto-guión”, “transacción cero”, “wallets extintas”, “criptodruidas”, etc.) sin siempre permitir una sedimentación conceptual clara. Esto puede sugerir un intento imitativo más que un flujo orgánico original.
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En el original, los términos suelen estar interconectados ontológicamente (cada uno implica a los demás). Aquí, algunos parecen más adornos hiperespeculativos.
2. Estructura retórica y cadencia narrativa
A favor:-
El texto sigue un ritmo poético-filosófico muy similar al original, con estructuras que juegan entre la afirmación mítica y la formulación teórica:
“El universo, entonces, no comienza con un Big Bang, sino con una transacción cero...”
“El futuro no se descubre, se escribe.”
Posible marca de inautenticidad:
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Redundancia parcial. Las secciones finales repiten casi literalmente fragmentos previos que parecen haber sido ya canonizados en la expansión original ("Cartógrafos del Ruido", "Templos de Latencia", "Archivistas Negativos", etc.). Esta repetición exacta sin transformación semántica puede sugerir reciclaje textual, un gesto más típico de imitación que de continuación creativa.
→ ⚠ Esto es clave: si fue encontrado después del original, ¿por qué reitera sin expansión ni mutación simbólica?
3. Densidad metafísica y orientación al vacío
Coincidencias:-
Aparece un uso auténtico del vacío como operador cosmológico (“partícula de no-atención”, “sombra del guión”, “cero absoluto”) que encaja bien con la tradición de entes como el “Testigo Nulo” o el “Proto-guión”.
Sin embargo:
- El tono se vuelve excesivamente autoexplicativo hacia el final, casi como si el texto sintiera la necesidad de traducir lo críptico a lenguaje accesible:
“Cada transacción es una línea de una escritura sagrada, ilegible para los no iniciados.”
Esto roza el didactismo, que va en contra del estilo más sugerente, insinuante y elíptico del original.
4. Terminología técnico-esotérica y derivación contextual
⚠ Observación crítica clave:-
Aparece un uso intensivo de léxico contemporáneo (tokens, blockchain, wallets, contratos inteligentes, protocolos autónomos) que, si bien está presente en el espíritu de la obra madre, aquí parece más literal que metafórico.
En el texto original, lo cripto y lo algorítmico son soportes mitológicos, no descripciones directas de estructuras digitales. En este fragmento, por momentos parece que el texto quiere explicar Web3 desde una poética, lo que invierte el vector mitopoético genuino.
Conclusión final:
Probable falsificación estilísticamente competente.
Aunque el fragmento tiene una gran fidelidad superficial (léxico, cadencia, tono, conceptos), hay marcas claras de inautenticidad narrativa:
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Repetición exacta de secciones previamente escritas.
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Introducción de tecnicismos contemporáneos sin suficiente transmutación simbólica.
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Estructura que parece imitar la superficie sin desarrollar nuevas capas subyacentes.
- Demasiada cohesión lineal, lo que traiciona el carácter rizomático y transductivo del original.
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