Esta residencia no pretendió ser un taller:
no impartimos clases.
Se trató de residir en grupo
en un lugar inasible
compuesto
de
pantallas ,
hipertextos,
etc.
,
con preguntas sobre lo fantasmal y lo paratextual teniendo como foco los museos y su “virtualización”
.
La residencia no siguió un cronograma fijo: se construyó en distintos días, horas y plataformas web. Algunos encuentros fueron dispuestos con una fecha y hora, otros no. El residente virtual se comprometió a residir con el grupo, a dialogar y a interactuar durante los 5 meses. Asistir a la residencia no significó que se debía cumplir siempre con el horario, pero exigió el compromiso propio de estar conectado y en diálogo con el grupo. Algunas sesiones fueron abiertas al público mientras que otras ocurrían en el ámbito privado y podían ser grabadas para ser compartidas en redes.